Una especie de Neorromanticismo



Con el tiempo se ha desarrollado en la literatura un aspecto que no ha terminado de evolucionar desde siglos, se trata del héroe. Hablamos de ese personaje protagonista que sigue siendo tan plano como lo era en tiempos de los griegos. Ha habido intentos de crear antihéroes o profundizar en la psicología del personaje; pero pocas veces se ha intentado crear personajes demasiado reales. Las diferencias entre personas y personajes es que los segundos sólo son la muestra de una de las facetas más marcadas de las personas.Claro que el reflejo de la literatura es también el de la sociedad, donde los poderosos se crean una imagen plana, inhumana y proyectan su calidad de héroe.
Movimientos como el 15M que plantea argumentos en contra de los poderosos deben ponerse en la literatura a investigar en este campo.
Los personajes de Cuando Fuimos Bandoleros buscan ser personas, se comportan de una forma diferente en función del contexto. Esto los diferencia de los héroes, que se comportan en todo momento de manera lineal.
Por tanto nunca serán calificables como buenos y malos y ofrecerán matices, pues no existe un personaje que sea del todo una cualidad.
Creo que en este aspecto de la investigación del personaje queda mucho por hacer y todavía se puede experimentar.
Actualmente, motivado por una regeneración de todo lo que nos envuelve, nos planteamos en nuestra sociedad como debe ser un buen político, un buen gobernante que ofrece una imagen parcial, como los héroes de la literatura. Y si nos planteamos como debe ser el poderoso en la literatura nos debemos de plantear como debe ser el protagonista de una novela. El héroe ha muerto, como ha muerto la idea del político idealizado. Ahora se encuentran desnudos ante la vigilancia del ciudadano, del lector.

¿Hacer tabla rasa con el pasado?

Otro de los puntos que me ha hecho reflexionar a la hora de escribir es si los cambios propuestos en la sociedad y, por extensión en la literatura, deben ser revolucionarios, es decir, hacer tabla rasa con el pasado o por el contrario deben apostar sólo por la renovación estableciendo una criba de lo viejo.
En este particular no soy partidario de inventar revoluciones, porque sencillamente las auténticas revoluciones caen por si mismas y no por intentar hacerlas. Es en un contexto revolucionario donde se crea y asimila la filosofía y no los filósofos los que crean revoluciones. ¿Qué hay de revolucionario en la realización de asambleas? Es algo que ya se hacía en la Grecia clásica. ¿Qué hay de novedoso en hacer marchas para realizar presión social? En el siglo XX las hacían socialistas, fascistas y toda suerte de grupos políticos. ¿Qué hay del nacimiento de un nuevo modelo de nación? Algo muy propio del siglo XIX. ¿Qué hay de la revolución del Mayo francés? Que ha permitido que la sociedad francesa de hoy sea la más conservadora de los últimos tiempos.
Sencillamente todo se matiza y las revoluciones no se hacen cuando se propone. No obstante, en todo lo dicho sí que hay algo de novedoso y existen cambios que mejoran la condición humana. Se puede transformar; pero es muy difícil hacer revoluciones, pues estas sencillamente éstas nos sorprenden en el momento más inesperado.
En la revolución francesa se quiso apurar tanto que se llegó a cambiar el nombre de los meses (Vendimiario, Brumario, frimario...). Todo se quería  innovar; pero el tiempo testarudo nos llevó de nuevo a los meses como los conocíamos. Una cosa es lo que queremos y otra lo que será. En nuestras manos sólo queda, y no es poco, la capacidad de revisar las cosas; pero la historia está ahí y no todo, por ser antiguo es malo.

El movimiento asambleario es viejo y ya los atenienses en la Grecia clásica desarrollaron este tipo de democracia, con el tiempo desarrollaron otra nueva de tipo representativo, en la que alguien acababa por representar el parecer del pueblo. El desarrollo de un parlamento quizá es posterior y la democracia parlamentaria, la que tenemos ahora se perfeccionó en Inglaterra en algún momento de su edad moderna.
Las marchas reivindicativas son una vieja aspiración de las democracias populares, y aún de regímenes totalitarios en una forma de presionar a los gobiernos, teniendo un amplio desarrollo en el siglo XX.
La revisión de la esencia de la nación prosperó en el siglo XIX en España y en el 68 surgió un movimiento en Francia que pretendía una nueva forma de concebir la sociedad, fue el mayo francés.
Observamos, con todo, lo difícil que resulta hacer una revolución y la conveniencia de recurrir a la historia para aprender que lo nuevo siempre es viejo, o que en todo lo nuevo hay siempre antecedentes.
Sencillamente hacer tabla rasa del pasado parece bastante complicado y, además, poco conveniente por peligroso, ya que la renovación social ha sido muchas veces excusa para justificar acciones brutales por parte de los poderes públicos.
En el arte la cosa no es diferente y siempre se ha innovado; aunque teniendo en cuenta las tradiciones anteriores como punto de partida. Han sido muchos los intentos iconoclastas por parte de movimientos artísticos, especialmente en las artes plásticas, que han pretendido ser rupturistas, recuérdese la notable actividad de las vanguardias en el siglo XX; pero conviene recordar que ninguna ha acabado con el Museo del Prado como referencia del arte.


Nuestra propuesta.


No se trata por tanto de concebir nuevas sociedades tipo " Un mundo feliz" se trata de observar el pasado en la literatura. Apuesto por la reivindicación de la novela histórica; pero no sólo como ambientación para una trama sino como momento para la reflexión de nuestra sociedad actual.
La elección de un momento como el principio del siglo XIX corresponde a ese deseo, además de ambientar el desarrollo de los hechos para plantearse nuestra sociedad actual. ¿Por qué hoy somos como somos?
También es una excusa para volver al principio y ver qué se ha hecho mal. Un principio que pasa por el periodo en el que se forma la sociedad contemporánea y que cuenta con una vitalidad literaria sin parangón como es el desarrollo del romanticismo. Por supuesto que no entendido como su evolución posterior, relacionada con el amor, sino como estimulante de las emociones. Buscando este origen tal vez sea necesario desarrollar un espíritu neorromántico y empezar a observar hacia donde podemos dirigirnos. Se trata sólo de una apuesta en la que la historia resulta esencia y que marca de forma importante el sentido de la novela Cuando fuimos bandoleros (CFB). Así pues la transmisión de emociones fuertes pasa por ser una de las principales apuestas de esta novela, en algo que en la actualidad ha quedado casi como patrimonio del entretenimiento -cine, televisión- y que por desgracia va poco unido a la reflexión. Es la combinación de emociones y reflexión lo que hace diferente a C.F.B, o por lo menos lo que intenta. Volver a un romanticismo brutal domesticándolo para ofrecer un mensaje.
Frente al poder de la imagen, que impera, a los dictados de la de la moda y a la primacía del entretenimiento, fomentados a veces por el poder que nos invita a no pensar hay que estimular, volver a hacer pensar. Para poder así replantearnos hacer un mundo nuevo.
C.F.B lo intenta y pretende aportar nuevas perspectivas de cara al futuro de la literatura y de la sociedad.
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