El oficio de escritor

Llevo un mes y medio sin escribir ninguna entrada en mi blog. Poca productividad se supone; pero es que durante todo este tiempo no he podido hacerlo. No he podido escribir más de cuatro líneas, guiones de presentación o alguna nota de prensa, siempre hecha con precipitación y premura. ¿La razón?, muy grata: cuando fuimos bandoleros ya está en a calle.
Un buen día de esta primavera pensé que tal y como estaban las cosas y previendo la dificultad existente para trabajar había que hacer alguna cosa que pudiera revertir el porvenir. Algún dinero ahorrado, algunos escritos y ¡hala! a publicar una novela. En el mejor de los sueños pensaba que podría estar todo el día relajado esperando a que las musas quisieran reunirse conmigo para escribir y escribir. Sin embargo, el otro día un librero de Albacete me despertó de mi sueño.

La tranquilidad en la vida del escritor.

Había estado por la mañana, cuando abrieron, llevándole unos libros para que los pusiera a la venta. A los escritores particulares los suelen atender relativamente bien y por lo menos aceptan tener sus libros en depósito y venderlos sin exponer dinero. Es práctica habitual; aunque el porcentaje que obtienen los libreros es muy desigual y depende de la cercanía que tenga el vendedor con el escritor. En esta entrañable relación escritor-vendedor se impone el tú a tú y la relación personal. De hecho, estuve departiendo amigablemente con el librero sobre posibilidades de venta, situación de la literatura y otros temas. Posteriormente fue a nuevas librerías caja en mano cargado de libros.



Los libros pesan y más el mío que está hecho en buenas calidades y que es relativamente extenso. Yo seguía con mi reparto aún cuando en pleno verano cargar y cargar en la Mancha no es un plato de gusto. Cuando cerró la librería en su horario habitual pasaba por allí cerca y, al salir, el librero se cruzó conmigo mientras portaba yo una caja ya vacía en la mano. Lo saludé atentamente y él me comentó: - todavía andas llevando cajas. Le dije sí y que este era el oficio de escritor, estar todo el día esperando a que te visiten las musas para escribir algo.
Si cierran a las 9, a las 9 y media estaba ya acostado. Al día siguiente me levanté con dolor de espalda, piernas y otras partes de mi cuerpo. Soy periodista, editorialista, comercial, mozo de almacén, publicista, librero, vendedor, trabajador entre medias... ¡ah! y escritor. Y llevo así demasiado tiempo. ¿Cómo voy a sacar tiempo para escribir algo en el blog?
Recuerdo ligeramente una discusión que tuvo en televisión Camilo José Cela con un obrero, de esas que tanto le gustaba mantener al polémico escritor, cuando le recriminaba el trabajador que los escritores no sabían lo que era trabajar. El bueno de Cela, en una de las respuestas menos ingeniosas que le recuerdo, le decía que no se podía imaginar lo que era tener que llenar al día al menos diez páginas. Un esfuerzo notable. Supongo que Camilo José Cela había olvidado sus comienzos o bien había tenido la suficiente suerte o talento como para pasar de puntillas por tener que darse a conocer. El caso es que podía haberle comentado los días sin comer y las noches sin dormir cuando se acerca la impresión definitiva, la presentación o el reparto de libros. Yo le hubiera dicho al obrero que, si cobraba a fin de mes, le cambiaba "ipso facto" la ocupación.

Menos mal que, a veces, te llevas alguna alegría.

http://www.laverdad.es/albacete/v/20110919/provincia/villarrobledense-pedro-miguel-plaza-20110919.html