Por contra, si hubiera costado el libro 20 euros, la cantidad que se puedo embolsar la editorial fue del orden de los 50000 euros, siendo generosos en los gastos.
Estamos hablando de un manual técnico muy específico, de informática, que se podría considerar con cierto éxito. Por supuesto que mi amigo no se ha podido dedicar a escribir y a investigar sobre el tema y, desde luego, no será con lo percibido por las ventas. Debe buscarse el sustento y, aunque pudiera ser un brillante investigador o un excelente divulgador, trabaja como docente.
¿Cuantos investigadores malbaratan su talento en luchar por enseñar a grupos de niños cuyo último fin es aprender? Desde luego que la cosa es más compleja y no es cuestión de analizar otros aspectos como la investigación en España o el sistema educativo; pero está claro que la publicación tampoco ayuda.
El escritor es sólo una pieza más del engranaje de la actividad comercial editorial. Encima, resulta que el actual sistema tampoco está demasiado boyante y muchas editoriales convencionales están pasando malos momentos. Ahora ni tan siquiera se permiten el lujo de explotar a los escritores noveles lanzando sus obras. Sin embargo, hay interesantes movimientos que invitan a un cierto optimismo.
Nuevas editoriales.
Pero parece que existen nuevas experiencias editoriales que están revolucionando un anticuado mundo. Ya no es extraño que los escritores formen parte de editoriales o que surjan grupos que las crean; cualquiera que tiene una vocación frustrada como escritor monta una editorial. Incluso las propias imprentas montan editoriales a fin de mantener sus máquinas en funcionamiento; aunque el beneficio en ese concepto sea nulo. Desde que he comentado que iba a publicar una novela he conocido a más editores que a escritores y es
Algunas noticias llamativas nos hablan, en ese sentido, de prácticas novedosas. Por ejemplo una de ellas, Orsai, anuncia que repartirá el 50% de las ganancias con un autor.
Otra, Ediciones Osiris, anuncia un porcentaje del 40% de los beneficios para el escritor. Ediciones Albores plantea una propuesta de coedición (escritor-editorial) con reparto equitativo de los beneficios. Sin duda una importante oferta para rescatar al escritor de la simple mercaduría.
Con cualquiera de ellas y un mismo número de libros vendidos, mi amigo se habría embolsado sobre 20000 euros. La diferencia no es pequeña y la utilidad social importante. Seguramente se habría incentivado la investigación y podría dedicarse a divulgar la informática, ese mal de nuestro siglo.
Claro que hay otras iniciativas interesantes.
El mundo de internet ofrece ya un sinfín de posibilidades de acceso a libros electrónicos, libros especiales y variadas presentaciones cuyo conocimiento nos llevaría otro artículo. Una de las más novedosas es el sistema planteado por Bubok que permite publicar un libro desde un sólo ejemplar. Claro que el inconveniente es su alto precio por unidad; pues como en todos los ejemplos citados siempre habrá inconvenientes conocidos o no.
Las plataformas digitales están a la orden del día y con éxito de ventas. Amazon, anunciaba la venta de 1.000.000 de ejemplares de uno de sus libros. Se habla del hundimiento del libro en papel, claro que esto es otro cantar.
A esto conviene sumar la tradicional autoedición y otras actividades que se me ocurren como cooperativas de distribución, nuevos canales de distribución, etc.
Un nuevo mundo que ha producido la crisis de las editoriales convencionales que viene dada por su incapacidad para buscar alternativas y su renuncia total a creer en los escritores. Una actividad mezquina que, por poco, no ha acabado con la Literatura, ya que, como analizaba con el caso de mi amigo, lo mismo que evitaba el desarrollo de la investigación informática, han impedido el desarrollo de la literatura.
¿Alguien recuerda un periodo tan pobre en innovación literaria que la segunda mitad del siglo XX?
Ejemplos de autores no editados en vida que han pasado a ser clásicos son muchos y precisamente el prototipo es el de una de las excepciones al vacío creativo de la segunda mitad del pasado siglo: la conjura de los necios, de John Kennedy.
Las editoriales han modelado a sus escritores y no faltarán amigos y familiares encumbrados y sin valía alguna; pero ¿cuantos buenos escritores habrán quedado por el camino y a cuantos sobrinos de editores habrán encumbrado al éxito? Nunca lo sabremos. Si mi tío Germán levantara la cabeza.
Por suerte, los tiempos están cambiando y su número, tanto de buenos fracasados como de malos encumbrados, no va a aumentar. Todavía los habrá, pero es cuestión de que vayan disminuyendo.
Todavía habrá sobrinos de editores que acaben en las listas de éxitos editoriales; pero ¿que le vamos a hacer? Si el mundo fuera perfecto, mi tío no hubiera editado mis libros, con gran éxito de ventas. Je,je.
El vendió su editorial a una multinacional y ya no se respeta nada. Y qué sería, por cierto, de su amigo Janés. Ya nunca supe nada. Esto de la literatura pasó a ser sólo un negocio.